Siempre amé y amo la música. Como todos. Estoy seguro que ella acompaña la historia de la humanidad desde todos los tiempos. Si hasta la figura del inicio del Universo es una onomatopeya: BIG BANG!! o BIG BAND?.
Escuché hace un tiempo de un alto directivo de Spotify, en una conferencia en México, que no hay ser humano que no le guste escuchar música, lo que no sabemos a priori es qué tipo o estilo prefiere. Además nuestras preferencias suelen mudar con nuestro estado de ánimo, situación en la que nos disponemos a escuchar o simplemente adaptamos nuestra elección a la compañía de ese momento.
Recuerdo con absoluta emoción vívida mi recorrida por los Campos de piedra pómez en Antofagasta de la Sierra, Catamarca. Ese lugar mágico y atrapante ofrece una estética lunar, silencio, soledad, inmensidad, cielos puros y cúpula celeste completa, rodeado de volcanes de más de seismil metros de altura. El guía local que nos acompañó, durante el recorrido en su camioneta, mientras nos acercábamos a uno de los miradores más elevados, puso un tema musical más que apropiado, diría que el único posible: Breath (in the air) del álbum El lado oscuro de la luna, de Pink Floyd. Invito a escucharlo: https://open.spotify.com/track/2ctvdKmETyOzPb2GiJJT53?si=xH31WY00S1uEmchNkp6xYA
La inmersión musical puede ser pasiva (simplemente escuchar), cantar, interpretar un instrumento, componer letra y/o música, o bailar.
Hasta ahora no estoy descubriendo nada que no sepamos. Pero pretendo ir más allá.
La razón que yo le encuentro a la inclinación del ser humano por la música es que nos fundimos en las vibraciones. Somos energía, y ella existe en tanto vibra. Toda sustancia sólida como nuestros cuerpos está compuesta de partículas en vibración constante. Nosotros reverberos como las ondas musicales que nuestro sentido del oido percibe. Pero todo nuestro cuerpo también es influido por esas ondas vibratorias. Todo lo que existe vibra. Y cuando las frecuencias tienen la belleza de la melodía la danza ocurre.
Pero hay algo más que creo identificar. Cada uno de nosotros nacemos y en nuestra esencia reside una canción, una melodía única e irrepetible. Es más que una figura poética para describir nuestra singularidad. Propongo que escuches lo que estás leyendo y que torpemente trato de interpretar en mi teclado musical.
Reinventarse es descubrir nuestra esencia y expresarla con toda la potencia a la que somos capaces. Digo más: con todo el volumen del que podemos verberar. Resignificar o significar nuestra experiencia de vida no es otra cosa que ser quienes vinimos a ser. A cantar y bailar nuestra canción única, original, hermosa, potente. Ya que estamos, bailamos con nuestros dones, nuestras voces, nuestras formas de expresión y visión. No estamos aquí sobre este planeta, para repetir cumbias remanidas o bailar viejos valses reservados para spoileadas fiestas de quince y casamientos.
El Universo espera que seamos capaces de expresar nuestra canción. Cuánta gente se fue de este mundo sin haber siquiera escuchado su música!. No seas uno más que no se animó a salir al escenario por temor a no satisfacer las expectativas del auditorio. No esperes más para salir a bailar con tu propio tema. Salí de tu envoltorio, de tu frasco, de tu crisálida. Disolvé las creencias limitantes, esas que te marcan las líneas por donde jugar y dónde no. Quitá la atencion a las expectativas de los demás. Ahora es el momento. Hacé silencio. Escuchá tu música interior.