El cambio, la reinvención, la transformación. Son palabras que escucho hasta en los sonidos del agua de mi ducha. Me siguen a todos los rincones donde logro escabullirme. Si hasta la bicicleta que uso para poner en movimiento mi cuerpo, tienen cambios. ¿Pero debo cambiar? ¿La prescripción ante tanta incertidumbre es inventarse de nuevo? ¿Podemos hacernos diferentes?

Que el cambio es permanente es un cliché más repetido que Despacito, la canción que hizo reinventar la carrera a Luis Fonsi, su autor e intérprete original. No sé si es el tipo de reconversiones que miraría. Observo que cuando algún consejo es híper repetido y genérico, o es muy obvio o es impracticable. “Sé tú mismo” sería lo contrario de esta necesidad de transmutación propuesta. ¿Si tengo que ser quién soy, por qué debo dejar de ser quién era hasta hace un instante? No lo entiendo, no veo cómo hacerlo. Reconozco el valor de la autenticidad, de ser genuino, por lo que encontrar otra forma de ser me hace ruido.

 

Curioso como soy, recorrí varias tiendas de libros virtuales y las todavía no reinventadas librerías tradicionales, esas que venden libros de papel, que pesan, pero son objetos hermosos. No encontré en el sector de Autoayuda o Psicología un libro de menos de veinte páginas que me explique en qué y cómo debo conseguir un nuevo aspecto, una nueva estructura mental, una forma distinta. Probablemente vender un libro tan pequeño no sea mucho negocio para nadie, pero a muchos nos ahorraría tiempo de lectura y así aplicarse a ensayar los consejos escritos por reinventados no anónimos.

 

Escribí varias veces una imagen sobre la vida que refirmo cada día: vivir es un viaje. Es una experiencia donde algunos se proponen un recorrido y rara vez se cumple. Pero la sorpresa de los destinos arribados suele ser agradable si estamos atentos a lo que nos provocan los paisajes, las circunstancias que se nos aparecen. Aprovechando de la figura viajera, si decidimos ser viajeros y no turistas, no iremos donde no queremos, no haremos de la vida un buffet libre para un ansioso, o para quien acaba de empezar su enésima dieta. La riqueza de un viaje es estar despiertos, observando los detalles, y en dejarse llevar por el inesperado y zigzagueante recorrido hacia un objetivo o meta que puede no llegarse nunca.

Los viajes nos proponen activar nuestra capacidad de asombro, poniendo frente a nuestros ojos circunstancias, imágenes, personas, culturas no habituales en nuestro lugar de residencia.

 

¿Por qué me pegué el viaje de los viajes? Percibo de manera muy sutil, casi imperceptible, que la propuesta reinventadora tiene una intención de huir hacia adelante, de viajar de mí mismo hacia otro yo, nuevo, prometedor. Dejar de estar y ser para ser y estar de otra forma. Y aceptando que el mensaje de la transformación atrae cuando la situación actual es de insatisfacción o incomodidad, si nos vamos mentalmente del ahora, la raíz de esa molestia sigue estando y nos acompañará como una planta trepadora, siguiendo nuestros pasos.

 

Estoy proponiendo que ante el amargo sabor de boca que siento hoy por mi existencia, la molestia o frustración que encuentro a cada paso, el camino es saber quién soy, qué quiero, cuáles son mis talentos y propósito interno de mi ser. No es un cambio de formas lo que necesito, sino silencio para conocerme, soltar los pensamientos, esos que me encierran en un diálogo absurdo, que, si no fueran sólo dentro de mi cabeza y nadie los escucha, podría ser tildado de loquito, esos que cruzamos en la calle. Ellos al menos se atreven a preguntarse y contestarse en la misma voz, que enojarse por lo que acaban de contestar y vociferar insultos. ¿Acaso no podríamos encontrarnos en iguales situaciones, pero en palabras mudas, claro? Dicen estudios de fuentes prestigiosas que el 90% de los pensamientos diarios son los mismos días tras día.

 

Y si en lugar de buscar en qué convertirnos, de qué forma o qué deberíamos hacer, ¿no dedicamos nuestro foco y acciones en saber quiénes somos? Despojados de rótulos, roles, ¿personalidades? ¿Si intentamos el viaje de llegar al centro de nuestro ser?

 

Si llegamos a saber la respuesta a la pregunta: ¿quién soy?, seguramente la necesidad de camuflarse o ejercer el transformismo no será necesario. Ya soy el que soy, no necesito ser otra forma, sólo tengo que tomarme el desafío de descubrirme, de encontrarme.

 

Que las circunstancias que visten al mundo en estos tiempos son originales, nunca vividas por nosotros es una afirmación cierta. Como que todos los momentos presentes nunca habían sido vividos antes también. Tengamos la conciencia necesaria para reconocer que nada nos está pasando ahora, que nuestras angustias, nuestros miedos, son solo imágenes que aparecen en nuestra mente, y que tenemos el instante presente para vivir intensa y profundamente. Podemos pasarla bien en la vida, y ahora…o nunca.

 

Hoy escuché que también cuando se habla de innovar en tecnología uno de los caminos más certeros es volver al origen.

 

Si la vida es un camino a recorrer, te recomiendo revises bien tu equipaje, descanses bien, y acepta toda escena que vaya apareciendo. Ábrete a la sorpresa, a ingresar los paisajes de la vida por unos ojos de niño. Allí te encontrarás con alguien único, que será el premio a haberte animado a emprender el recorrido: tú mismo. Y que no hace falta cambiarlo, sólo girar la mirada¡¡¡Buen viaje!!!

 

“El privilegio de una vida es convertirte en quien verdaderamente eres”- Carl G. Jung

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