Hoy leyendo un acariciable y movilizador artículo de Ariel Torres, (El océano, la ribera y el espejo, Diario LA NACION 08/01/2020) acerca de si podemos conocer al otro o a otro, se me despertó la pregunta siguiente: ¿es real, existe el amor a otra persona?
Desde el templo de Apolo en Delphos, Grecia, se nos ha señalado el camino: «Conócete a ti mismo», rezan las paredes del oráculo. Sumo citas, no en Tinder, sino en mi memoria para encontrar luz de otros sabios: “Ama a tu prójimo como a tí mismo”. Así, nos remarcaba Jesús de Nazareth el modo de transitar nuestro camino de vida, si queríamos lograr el Reino de Dios, el Paraíso, la PAZ.
Sabiendo que uno ama solamente aquello que conoce, deberíamos primero conocernos a nosotros mismos para poder amarnos. Entonces, y sólo entonces, conocer a otro para poder amarlo luego. Tarea harto profunda y extensa temporal y vivencialmente: saber quién es el otro, ¿no? Reconozco en mi vida, lo mucho que me ha llevado encontrarme con una buena parte de quién soy. Ingresar en la selva de mi ser, despejando los temores de esa aventura. Alejando las malezas de mis creencias escondidas, sentimientos camuflados y apenas llego a encontrarme. Nota al pie: además me sigo transformando.
¿Cómo logro realizar la misma experiencia en otro? ¿Si ni siquiera puedo estar dentro del sujeto a conocer? Si supongo que lo observado hasta hoy, me sirve para proyectar en el futuro y así completar el cuadro, me puedo equivocar de senda. Mañana ese otro aparece con una manifestación de su ser que no responde a mi presunción. Debo seguir explorando. Me falta información que ni siquiera aquel puede tener consciente.
¿Entonces no puedo amar a otro, si no lo conozco bien?
En mi humilde creencia, amar es una decisión de emprender ese camino de conocer a quienes comparten o irán compartiendo una experiencia de vida. Amar es confiar en ese sendero nunca transitado y entregarse a otra dimensión en la que la razón no juega, no influye, donde si la confianza existe, si hay entrega honesta, el amor se constituye y se va amalgamando, fundiendo, solidificando.
Habiendo tantas definiciones, gradaciones y colores del amor, así todo me animo a ensayar esta humilde propuesta: el amor es un proyecto de viaje, de recorrido en que el que ama y el ser amado se van conociendo el uno al otro al encontrarse y entregando. Uno se refleja en el otro, se conoce, se ama mejor. Así, puede amar mejor al otro y se sigue conociendo. Este proceso se replica en el otro. Es fascinante ésto porque esta iteración interminable, va escalando en cuanto honestidad de los que participan en este intercambio, en este vínculo. ¿Puede acabar?
Claro que sí, en parte. Suele ocurrir en este juego de espejos, que algo que aparece no gusta o simplemente desaparece la entrega de uno o de ambos seres. Se termina entonces la relación de amor con el otro, aunque el contacto permanezca en el espacio. Pero el amor hacia uno mismo debería haber crecido en ese proceso, ya que, si observo la experiencia vivida, habré logrado conocerme un poco mas, y a más conocimiento la potencialidad del amor crece. Por lo que aun aquella relación de amor se haya “terminado”, la experiencia nos enriquece, por lo que nunca termina. Podemos decir con otras palabras que nos conocemos a nosotros mismos a través de los otros. Por ejemplo si hay algún aspecto que me molesta de quien tengo enfrente, al lado, seguramente lo encontraré dentro mío expresado o reprimido.
Amar no tiene límites, es un músculo que no logra encontrar su resistencia, salvo en quien se protege, escondiendo su talento enterrado para no arriesgar. Amar expande nuestro ser, se retroalimenta, crece su abrazo invisible. Es libertad, no atadura.
Amar no es Disney, tampoco un tango. Es una aventura. Es dolor, es oscuridad. Es luz, es integridad. Es vivir.
Amor. Entrega. Confianza. Honestidad. Experiencia. Conocimiento propio.
Volvemos al casillero inicial formulado en mi pregunta al comienzo.
Encontrarme me dará la llave para encontrar al otro. Conocerme me habilitará para conocer a otros. Amarme me permitirá amar a otro o a otros.
Te propongo esa maravillosa aventura: vivir, o sea emprender un viaje hacia tu ser para así amar a los demás. Empezá a caminar. No temas.
María Inés Iglesias Cortina
Querido Lucio: Como tantas veces te lo dije sos tan claro y profundo en el arte de escribir y ésta es una demostración más de tu viaje al interior que nunca se repite…En el camino del amor los atajos distraen…pero ser conciencia despierta sabe volver y seguir avanzando…Y como lo expresás tan bien, EL OTRO es MI ESPEJO lo quiera aceptar o no.
Claro que en el amor no hay garantías de supervivencia y tal vez dure hasta que la relación me haya enseñado más de mí…pero es la aventura más humanizadora que existe y gran aventura de incertezas.
Entonces, como lo sugerís y das por supuesto…Gracias por ayudarnos a seguir conociéndonos…No hay otra forma de amarnos y de amar con ojos abiertos.
Lucio Vega Iracelay
Gracias, Maria Ines por los comentarios. Descubrir que el amor no es una edulcorada versión de relacionamiento con los demás, sino un aprendizaje profundo sobre uno mismo y luego sobre los otros es entrar en un nivel superior de experiencia. No es haciendo el amor como se aprende, sino dejarse amar por el ser que mas cerca tenemos: nosotros mismos. Beso grande.
Jorge Zarauz
Una buena perspectiva para replantearse y compartirla con los seres mas cercanos, quienes serán los que reciban el mayor impacto de nuestra transformación ( si nos proponemos realizarla) y serán también quienes nos ayuden, con su comprensión. Y además, el ejemplo puede ser replicado…
Lucio Vega Iracelay
Totalmente de acuerdo, Jorge. Solo compartiendo hacemos real el amor, que no es otra cosa que sentirnos parte de algo más grande. Gracias por tu comentario.