1. ¿Qué está pasando?:
En el mundo se está identificando al Virus como al nuevo enemigo. Se encienden todos los mecanismos tradicionales para defendernos del peligro que acecha, desde afuera, un agente externo a nosotros. Se cierran las fronteras, se acusan entre China y USA respecto a quién es el responsable. Nos escandaliza la supuesta liviandad de las políticas aplicadas al inicio en Italia. Aparece una falta de liderazgo mundial, donde el egoísmo nacional aflora fuertemente. Peleando por exclusividades en una potencial vacuna. La comunidad científica mundial debe compartir sus conocimientos y experiencias ya.
La suspensión de los movimientos de personas, entendible, muestran en realidad una sensación subyacente: “vos no me vas a infectar. Vos ándate y arreglate”.
El crack financiero que estamos viviendo nace del pánico. ¿A qué? ¿Al virus? ¿O al sistema en si mismo? ¿No nos está mostrando que hay una endeblez alarmante en el sistema? ¿Que las monedas sin respaldo también se infectan? Este modelo económico mundial se ha agotado y no bastan los respiradores financieros aplicados para prolongar su agonía. El consumo desenfrenado y el endeudamiento de las naciones y las personas fuera de control.
Esta visión de enemigo nos excluye de la centralidad de nuestro comportamiento. Si es alguien de afuera que me ataca, sólo me queda defenderme, apelando a una reacción primitiva: pelear o escapar. He escuchado que una motivación hacia los argentinos sería que hagamos bien la cuarentena para ganar el campeonato mundial de lucha contra el coronavirus. Me sonó ridículo. ¿Ganarle a quién? ¿Apelar al orgullo nacional frente a los muertos de Italia y España?
Este peligro cierto y básico nos obliga a un autoconocimiento profundo como sociedad. El apego a la ley, la verdadera solidaridad, la responsabilidad, el cuidado del otro y los bienes compartidos como la salud afloran y muestran sus debilidades. Conocido esto no cabe otras medidas que decirnos que no a la libre circulación, a insistir con las medidas ejemplificadoras en las sanciones, a una difusión reiterativa de la gravedad del contagio y su propagación. Y no basta con emitir una serie de medidas aconsejadas por los expertos sanitarios, hay que implementarlas y lograr que se apliquen. Habrá que restituir el concepto de autoridad, donde alguien por su rol, por sus conocimientos, está en condiciones de imponernos a nosotros cumplir determinadas normas de comportamiento, sin discusiones.
El planeta es un organismo en sí mismo. Nosotros apenas somos células de ese cuerpo, y estamos evidenciando una enfermedad global: un desequilibrio mayúsculo que hará desaparecer de la vida a muchas personas, pagando ellas un desajuste que se ha producido colectivamente.
2. ¿Qué hacer?:
Este episodio (porque eso es lo que es: un instante en la larga historia de la humanidad) nos muestra en la cara que somos un solo organismo. Que cada uno de nosotros es una célula, algunas enfermas y otras sanas. Que en un organismo sano las células sanas salen al rescate del foco infeccioso produciendo los anticuerpos necesarios, sin dejar de hacer lo que han sido destinadas. Actúan con responsabilidad (capacidad de responder) y solidaridad real. Así debemos vernos. No ha sido un problema aislado. No es inocuo mi comportamiento individual. Y debemos ayudar. De acuerdo a nuestras capacidades y propósitos personales. Apelo al sentimiento profundo, a nuestra esencia, más que a la razón. La mente trata de que nos salvemos individualmente. Esa es su función. Pero nuestra consciencia tiene los brazos entrelazados con todos los seres.
Esta muy arraigado el pensamiento de que: “a mí no me va a pasar nada. No estoy en los grupos de riesgo”. Pero mi contagio puede matar a alguien, al que con suerte no conoceré, pero morirá por mi irresponsabilidad.
Propongo observarnos, conocernos, alimentarnos con lecturas sobre temas que siempre quisimos saber algo más y nunca nos hicimos tiempo. No dejar quieto el cuerpo. Inventar ejercicios con lo que tengamos en casa. Somos una integridad: cuerpo, mente y espíritu. Todas nuestras dimensiones tienen que sonar en armonía. También somos seres sociales, entonces es momento de hablar con nuestra familia, comunicarnos, entendernos, acompañarnos. Estar atentos a quien necesite algo, sea material, sentimental, vincular.
El encierro, aunque limitado a nuestra casa, más o menos amplia, puede generar efectos psicológicos nunca experimentados. De ahí que se hace importante prever esos potenciales desequilibrios atendiendo todas nuestras dimensiones del ser. Algunos prefieren ir día a día, otros proyectan y construyen en sus mentes el día después. Me viene a la memoria la experiencia de Viktor Frankl, quien, confinado en un campo de concentración, rodeado de muerte y sufrimiento diarios, ató su existencia a la elaboración de una teoría sobreel hombre y la consecuente escritura de un libro. Su propósito le permitió sobrevivir física y psicológicamente al encierro más duro que la humanidad ha soportado. Viktor se aferró no sólo a la esperanza de la existencia de un dia después, una salida, sino al sentido que esa libertad futura iba a tener para él.
También es momento de reconocer todo aquello que tenemos: vínculos personales, afectos, bienes materiales, comodidades, conocimientos. Agradecer este cúmulo de recursos que nos ha sido dado, muchos de ellos gratuitamente. En consecuencia, ser responsable por esa bendición.
3. ¿Qué pasará el día después?:
Seguirá el turismo organizando pisoteos masivos por el globo.
Las bolsas se recuperarán selectivamente y ganarán los de siempre.
Se concentrará aun más el control y el negocio de la seguridad, ahora enfocado en la salud de cada persona, atados a la biotecnología.
El sistema global actual forzará a recuperar lentamente el statu quo perdido, con las modificaciones que favorezcan los centros de poder actuales.
Este momentum del mundo no es un proceso donde al final del mismo, encontraremos automáticamente una sociedad nueva, diferente.
Está claro que el modelo económico como lo conocemos cambiará indefectiblemente, pero se resistirá implementando parches que prolongue la realidad preexistente. Entonces tenemos que ACTUAR para que ello ocurra al nivel de las personas. Observando nuestra intuición, para que nos movamos a instituir nuevos viejos valores. Cada célula (nosotros) cumpliendo su función (responsabilidad), asistiendo los focos de enfermedad (solidaridad) y difundiendo estos valores con nuestro ejemplo. Cada uno en su lugar transformando su realidad, haciendo las cosas mejor que antes de la pandemia.
Debería ser un objetivo a plantearnos lograr evolucionar a nivel personal como consecuencia de este proceso inédito en la historia de la humanidad. Lograr ser un poco mejores. Reconocer la belleza de la simplicidad, de lo necesario. Allí se reconocerá la abundancia esencial, real.
En pocas palabras, anhelo que el verdadero AMOR triunfe. Ese sentimiento que trabaja por el bien del otro de manera desinteresada, sin esperar retribución alguna. El amor de verdad, no el de Hollywood ni el de las canciones pop. Si transitamos esta etapa de manera consciente elegiremos ser protagonista o víctima. ¿Cuál es tu opción?